No se puede hablar del déficit federal sin mencionar la guerra en Afganistán. El senador Jeff Merkley hizo ambas cosas durante su discurso en el Foro de Columbia el miércoles por la noche. El senador Merkley tomó el gasto anual en la guerra de Afganistán ($120 mil millones) y lo dividió en empleos que podrían crearse trabajando en la infraestructura del país que está atrasada en mantenimiento o reparación.
Los comentarios de Merkley recordaron lo que el entonces congresista Brian Baird le dijo a un grupo dentro de la Escuela Chinook hace unos cinco años. Los electores de Baird estaban restaurando la escuela como un centro comunitario. Se preguntaron si podría haber dinero federal para las artes o el desarrollo comunitario disponible para su proyecto. “Si estuvieras en Afganistán, podría ayudarte”, dijo Baird.
No fue una respuesta jocosa. Un proyecto de escuela o infraestructura en ese país de Medio Oriente ha obtenido una clasificación más alta que el nuestro. Merkley habló despectivamente de la infructuosa “construcción de una nación” en el centro de la aventura de Afganistán.
Ahora estamos en un período de austeridad, como declara Thomas Edsall en un nuevo libro, The Age Of Austerity: How Scarcity Will Remake American Politics. Eso sugiere que se financiarán aún menos proyectos nacionales. Ese resultado tiene un significado especial para nuestra región.
Muchos habitantes del Noroeste –especialmente los conservadores fiscales renacidos– no se dan cuenta de que el Noroeste del Pacífico es una criatura del gobierno federal. Fue el gasto federal el que creó ese sistema hidroeléctrico y el sistema de carreteras interestatales lo que llevó la economía agrícola a la manufactura e incluso a la electrónica. En la desembocadura del río Columbia, es imposible mirar en cualquier dirección y no ver dinero federal: la expedición de Lewis y Clark, Fort Stevens, Fort Columbia, los embarcaderos en la desembocadura del río Columbia, el dragado continuo, la costa de Estados Unidos. Guardia.
Las guerras en Irak y Afganistán han sido inmensamente costosas, rivalizando con el costo de la Segunda Guerra Mundial. Los contratistas privados se han beneficiado enormemente de las guerras, pero el estadounidense promedio no. El senador Merkley tiene razón al instar a un rápido fin de nuestra ocupación de Afganistán.